viernes, 4 de noviembre de 2011

El trueno silencioso.

Podía ver como el pecho se inflaba al unisono del trueno, en su mente cosas bellas, maravillosas, pero bajo esas delicias había un infierno esperando la calma. 

El miedo era evidente, sus ojos dolientes se quebraban en lagrimas espesas, que no dejaban mirar, mucho menos ver...
La piel comenzaba a hincharse a la velocidad del tiempo, el dolor de las almas y el asco que provocan los cuerpos, la suciedad corre por sus dedos, manos, ojos, boca, su lengua...

Quiero vivir en la ciudad de las palomas, comer lo que comen, sentir lo que sienten. 
Olvidar los viejos amores, los que fueron y los que nunca serán, sus ojos, ojos que me gusta mirar por la melancolía que desprenden cuando el cielo está gris.
Ahora el curso de mi globo cambio, ahora el viento me da en la nuca, dejándome un vacío en el pecho, que tan frivolamente trate de rellenar con flores y yerbas, pero ahora tengo lodo entre las uñas... 

ironía... 


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