Suave como las olas. El licor entró en mi como una marea alta...
Hoy no me importa nada, del ayer no me acuerdo, y el futuro no pretendo.
Una euforia entra desde la planta de mis pies rápidamente hasta el último pelo de mi cabeza, como una corriente eléctrica. Quiero morir, quiero vivir...
No soy un suicida. No soy un pro-vida.
No regresaré al círculo del vicio, aunque me muera por hacerlo.
Este mundo es maravillosamente simple, maravillosamente complicado.
Maldita doble polaridad, dualidad: la invención de una sociedad enferma y perdida.
Mi alter-ego siempre me visita por las noches; Me susurra insultos y verdades, le amo.
Si, yo soy el borracho que mira la luna, la veo. Como algo surrealista, un punto, un círculo en el cielo, plateado, hermoso, redondo, mágico y mórbido, tan inocuo y pálido. La luna es como tu, pero sin el odio. E igual que a ti, no puedo odiarle, aunque me perturbe.
Pero eso ya quedó atrás.
Subo al autobús. El motor gruñe como un perro nervioso. Luces neón en el tablero. Mi México surrealista y underground no lo cambiaría jamás. Me quedo en los primeros asientos, mi cabeza se recarga sola en la ventana empañada por mi aliento, ¿cuanto tiempo eh estado aquí? ¿Qué hora es?...
Afuera el viento sopla gentil, pero frío, de ese frío que alisa los cachetes y los deja suaves. Si no fuera por la luna, me quedaría afuera, pero siento que me acosa, me mira como tu... como si no fuera nada.
Me quedaré en el autobús hasta que llegue a casa y tenga que correr para que su mirar no me encuentre y pueda dormir en paz.
Hoy no me importa nada, del ayer no me acuerdo, y el futuro no pretendo.
Una euforia entra desde la planta de mis pies rápidamente hasta el último pelo de mi cabeza, como una corriente eléctrica. Quiero morir, quiero vivir...
No soy un suicida. No soy un pro-vida.
No regresaré al círculo del vicio, aunque me muera por hacerlo.
Este mundo es maravillosamente simple, maravillosamente complicado.
Maldita doble polaridad, dualidad: la invención de una sociedad enferma y perdida.
Mi alter-ego siempre me visita por las noches; Me susurra insultos y verdades, le amo.
Si, yo soy el borracho que mira la luna, la veo. Como algo surrealista, un punto, un círculo en el cielo, plateado, hermoso, redondo, mágico y mórbido, tan inocuo y pálido. La luna es como tu, pero sin el odio. E igual que a ti, no puedo odiarle, aunque me perturbe.
Pero eso ya quedó atrás.
Subo al autobús. El motor gruñe como un perro nervioso. Luces neón en el tablero. Mi México surrealista y underground no lo cambiaría jamás. Me quedo en los primeros asientos, mi cabeza se recarga sola en la ventana empañada por mi aliento, ¿cuanto tiempo eh estado aquí? ¿Qué hora es?...
Afuera el viento sopla gentil, pero frío, de ese frío que alisa los cachetes y los deja suaves. Si no fuera por la luna, me quedaría afuera, pero siento que me acosa, me mira como tu... como si no fuera nada.
Me quedaré en el autobús hasta que llegue a casa y tenga que correr para que su mirar no me encuentre y pueda dormir en paz.